El Presidente Andrés Manuel López Obrador firmó un decreto oficial por el cual quedará prohibida la circulación y comercialización de vapeadores o cigarros electrónicos.

Esto incluye la circulación y comercialización en el interior de la República, cualquiera que sea su procedencia, de los Sistemas Electrónicos de Administración de Nicotina, Sistemas Similares sin Nicotina, Sistemas Alternativos de Consumo de Nicotina, cigarrillos electrónicos y dispositivos vaporizadores con usos similares, así como las soluciones y mezclas utilizadas en dichos sistemas.

A quien incumpla con lo señalado en el artículo primero se le aplicarán las sanciones que señalen las disposiciones jurídicas aplicables.

Por supuesto que es una realidad que los vapeadores son muy dañinos para la salud, contengan o no nicotina, lo que hacen es que cada vez que se utilizan llega vapor a los pulmones. Sabemos, según investigaciones de expertos, que es mucho más dañino el uso de vapeadores que el del cigarro normal, y que los pulmones con este vapor pueden colapsarse.

También es cierto que estos artefactos han funcionado para personas que quieren dejar de fumar. Existen cerca de un millón de usuarios activos de vapeadores en México, según el reporte de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), y se estima que este mercado deja ganancias entre 3 mil y 5 mil millones de pesos en equipos y aditamentos.

Lo que hemos dicho en este espacio es que estos artefactos sí afectan la salud, pero hay que regularlos, que tengan buena calidad, la prohibición sólo hará que este mercado llegue al crimen organizado y ellos los distribuyen, sin regulación, sin control de calidad y podría ser la puerta de entrada de otras drogas que ellos mismos distribuyen.

Recordemos la ley seca en Estados Unidos, en 1920, que duró poco más de una década. ¿La gente dejó de tomar? Por supuesto que no, pero se conseguía el alcohol de forma ilegal.

En 1917, el Congreso de ese país aprobó la Enmienda XVIII, que prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y el transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio estadounidense. Dos años después, la enmienda fue ratificada por 36 de los 48 estados de la Unión, siendo susceptible de imponerse como ley federal.

La ley seca no prohibía ciertamente el consumo de alcohol, de hecho, se siguió importando vino de Jerez para uso medicinal y religioso, pero lo hacía muy difícil para las masas, porque prohibía la manufactura, venta y transporte de bebidas alcohólicas, ya fuera para importarlo o exportarlo.

Algunos sectores entendieron esta ley como una injerencia del Estado en su vida privada, así como una coacción de la propia libertad individual. Esto provocó que el negocio quedara en manos de las mafias en los llamados “años de la prohibición”. La ley seca duró más de una década.

La Cosa Nostra ganó notoriedad en Estados Unidos, al ganar territorios y volverse una fuerza del crimen organizado en Chicago y Nueva York.

Alphonse Capone, conocido como Al Capone, tuvo su marco de acción en Chicago, y generó un imperio criminal del que sacaba anualmente alrededor de 60 millones de dólares. Además, no sólo tenía poder económico, sino que tenía poder de acción gracias a las amplísimas redes clientelares.