Más de la mitad de México se enfrenta actualmente a una sequía de moderada a grave, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en medio de un calor extremo que los científicos atribuyen al cambio climático.

En la extensa área metropolitana de Monterrey, donde viven unos 5.3 millones de personas, la sequía y los años de lluvias por debajo de la media han provocado una escasez de agua en toda la ciudad.

Ya estamos en una crisis climática extrema“, dijo el gobernador de Nuevo León, Samuel García, en una conferencia de prensa la semana pasada. “Hoy lo estamos viviendo y sufriendo todos”, añadió.

La ciudad comenzó en junio a limitar el acceso al agua a seis horas al día, lo que obligó a las escuelas a ajustar horarios de clases y provocó compras de pánico de agua embotellada que vaciaron los anaqueles de los supermercados.

También crecen las protestas y el enojo de la población contra las empresas de refrescos y cerveza, cuyas concesiones federales les han permitido seguir extrayendo agua aunque los residentes se queden sin ella.

El gobierno estatal dice que está conservando el agua mediante la reparación de las fugas de las tuberías y la instalación de válvulas de presión, al tiempo que toma medidas enérgicas contra las granjas, empresas y los mataderos que son sorprendidos robando agua de ríos o de pozos clandestinos. Con los meses más calurosos que se avecinan, se espera que la crisis continúe. La esperanza es que el verano traiga algunas lluvias constantes a este clima árido.

Tan pronto como el martes, dos de las principales presas que abastecen a la zona metropolitana, Cerro Prieto y La Boca, podrían estar vacías, según el jefe de la oficina de Agua y Drenaje de Monterrey, Juan Ignacio Barragán. Una tercera presa, El Cuchillo, está al 45% de su capacidad.

El agua corriente ha dejado de fluir en algunos barrios, reconoció Barragán en una reciente conferencia de prensa. Uno de ellos es Sierra Ventana, donde vive María Luisa Robles con su anciana madre, dos hermanos con discapacidad y una sobrina con una limitación motriz.

Desesperados, Robles y sus vecinos han recurrido a subirse a un depósito de agua municipal cercano, llenar garrafas y llevarlas a sus casas para beber, cocinar, limpiar y lavar sábanas y uniformes escolares.