Elizabeth Alexandra Mary Windsor no nació para ser reina y acabó siendo la mujer que más tiempo ha llevado una corona. Isabel II murió este jueves en el palacio de Balmoral (Escocia) a los 96 años. Reinó durante 70 años; siete más que su tatarabuela, la reina Victoria y dos menos que el segundo monarca más longevo de la historia, el rey Luis XIV de Francia.

“Una joven subió a un árbol como princesa y bajó al día siguiente como reina”, escribió Jim Corbett el 6 de febrero de 1952, día en que Jorge VI murió mientras dormía, a la edad de 56 años. El naturalista británico hablaba con conocimiento de causa. Esa noche se hospedó en el mismo hotel-cabaña donde dormían la joven princesa y su esposo, el príncipe Felipen Mountbatten, sobre la copa de un árbol durante un safari en Kenia. Ironías del destino, la primera persona que debería haber sabido la noticia fue una de las últimas en enterarse.

Pero nada de esto hubiera pasado y la princesa habría sido engullida por el agujero negro del anonimato, reservado a los personajes secundarios, de no haber ocurrido un acontecimiento traumático cuando era una niña de 10 años.

“Un día vas a ser reina”

El 20 de enero de 1936, el rey Jorge V muere y sube al trono Eduardo VIII, tío de la Lilibet (llamada así familiarmente porque no pronunciaba bien su nombre cuando empezaba a hablar). Fue el reinado más corto de la historia moderna: 325 días.

Eduardo VIII reinó tan poco que ni siquiera hubo tiempo para que fuera coronado en la abadía de Westminster. La reacción de Alberto ante la abdicación de su hermano mayor fue buscar a su madre, la reina viuda María, y llorar sobre su hombro. Cuando se secó las lágrimas, el príncipe que nunca pensó que iba a ser rey aceptó su destino, se rebautizó como Jorge VI en honor a su padre, y llamó a su hija mayor para comunicarle que la vida de ambos iba a cambiar radicalmente a partir de entonces.

Cuenta la leyenda que, antes de que Lilibet se reuniera con su padre, la avispada Margarita se acercó a su hermana mayor y le dijo: “Al parecer un día vas a ser reina”.

Pero ese golpe del destino nadie pudo imaginarlo el 21 de abril de 1926, cuando nació la primera nieta del rey Jorge V, destinada a ser una princesa sin corona. De igual manera, nada hacía presagiar entonces la terrible amenaza que se gestaba en el corazón de Europa y que empezó a crecer como un cáncer dos años antes de que naciera la princesa, cuando fue liberado de una cárcel de Munich Adolf Hitler.

“Sea larga o corta”

Cuatro años antes de convertirse en reina, la princesa festejó su 21 cumpleaños con un discurso que se hizo legendario a medida que Isabel II envejecía: “Declaro ante todos ustedes, que toda mi vida, ya sea larga o corta, la dedicaré a su servicio y al servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

El discurso fue premonitorio sólo en parte. El 15 de agosto de 1947, apenas cuatro meses después del discurso de la joven heredera, el imperio británico perdía la joya de la Corona, con la declaración de independencia de la India. Pero en algo acertó y de qué manera: Jorge VI reinó 15 años y ella 70 años (19,396 días). Tenía 25 cuando empezó a reinar y decidió conservar para su reinado el mismo nombre con el que fue bautizada en honor a su madre, Isabel Bowes-Lyon.

Churchill… y otros 14 primeros ministros

Un día después de bajar del árbol africano, la reina bajó de otra escalera, la del avión que la llevó a Londres para ser recibida, ya como Isabel II, por el entonces primer ministro, Winston Churchill, el héroe de la resistencia de la isla contra los nazis, de quien mucho tiempo después la monarca diría que fue como el padre que le faltó para soportar el peso de la corona del entonces mayor imperio conocido.

Desde entonces, la reina ha recibido en el palacio de Buckingham a otros 14 primeros ministros británicos. El destino quiso que su última foto pública en vida se la hiciera junto a la primera ministra número quince de su reinado, Lizz Truss, tomada el pasado martes en el palacio de Balmoral.