Al llegar a la zona, el aire se siente más espeso y un olor intenso parecido a una combinación entre plástico y aceite inunda las fosas nasales. Pasan los minutos y pareciera que empezamos a acostumbrarnos al olor difícil de describir. Incluso cuando te alejas el cerebro te recuerda que aún el aire tiene ese olor y en momentos es mucho más fuerte.

Leticia Jiménez Ordoñez, agente municipal de la localidad Platanar Abajo segunda sección, recuerda en entrevista que el hedor empezó desde aquel 26 de julio. Ella temía por la salud de la más pequeña de su familia, una bebé de apenas unos meses de nacida, por la cercanía de su casa con el lugar de la fuga de petróleo. Recuerda que no aguantaban el olor, debían prender ventiladores y abrir ventanas para intentar sacarlo de su casa.

La subcuenca del Río Mezcalapa, ubicada entre los municipios de Pichucalco, Chiapas y Huimanguillo, Tabasco, se encuentra contaminada por un derrame de petróleo después de que uno de los ductos de Pemex sufriera afectaciones por fugas. Hace más de tres meses fue reportada una fuga y trabajadores de Petróleos Mexicanos acudieron al lugar con una retroexcavadora para construir canales alrededor de ella y así contener el petróleo. Luis Enrique Pérez Romero, dueño de tierras afectadas por el derrame, comentó que después de esta contención del líquido negro, el nivel del agua por las lluvias subió y esto generó que el petróleo saliera de su contención.

Muchas personas que habitan en la zona forman parte del programa “Sembrando Vida” y sus árboles frutales y la tierra donde siembran está afectada por este desastre ambiental. Cinco plantas potabilizadoras de agua en la región se vieron en la necesidad de cerrar operaciones durante los primeros días del siniestro para asegurar que no se metiera el petróleo a sus plantas y esto llegara a las casas de los y las tabasqueñas. La ranchería “la Corregidora” en Centro Tabasco, ubicada a 67 km de distancia de la zona del derrame, fue una de las zonas más afectadas, ya muy cerca de Villahermosa, la capital del estado.

El pasado 26 de julio del presente año, pobladores reportaron nuevamente una fuga en la misma línea (ducto). Miles de litros del preciado líquido negro contaminaron otra vez las aguas que forman parte de la subcuenca. De acuerdo con testimonio de Olivia Briseño Escudero, delegada de zona Pichucalco, solo un “gestor” de apellido Peña, representante de Pemex, asistió con los pobladores, sin presentarse formalmente ni dar su nombre completo, para burlarse de ellos, pues a todas sus preguntas y demandas el hombre les respondió que Pemex no tenía dinero, y que ni para un machete tenía, a pesar de que la petrolera mexicana tiene presupuestado para el 2022 más de 4 mil millones de pesos para riesgos críticos.

Tres equipos de trabajadores de Pemex recorren la carretera que conecta las áreas afectadas y han colocado barreras de contención en el agua de color naranja y rojo que se ha tornado con un color cercano al café bien cargado.

Los pobladores del lugar comentan que la limpieza es hasta el momento muy superficial ya que no han llegado al lugar de la fuga donde hace tres meses se había derramado y donde el pasado 26 corría de nuevo esta capa aceitosa y de color oscuro.

Los trabajadores de Pemex solo van a la zona si hay derrames, no parece que dieran mantenimiento de acuerdo con lo que los vecinos de estos territorios expresan.

Las fugas de petróleo en regiones como Tabasco y Chiapas, siendo una de las más grandes zonas de extracción en el territorio mexicano, empiezan a convertirse en parte de la cotidianidad.