Cuando el pasado 23 de octubre murió Dietrich Didi Mateschitz, víctima de un cáncer de páncreas, toda Austria se conmovió ante el fallecimiento del legendario y carismático gran jefe de Red Bull. A continuación, muchos se formularon una pregunta inquietante y que aún no tiene respuesta. ¿Quién ocupará el trono del imperio de bebidas energéticas y, también, del deporte? ¿Su hijo? ¿Un rico heredero tailandés? ¿O un ejecutivo sin rostro conocido?
En Austria, todo el mundo sabe que su hijo, Mark, siempre ha sido considerado un posible sucesor, y aunque es obvio que heredará una considerable fortuna, calculada en unos 25.000 millones de euros, es poco probable que pueda seguir los pasos de su padre. La razón es que esa decisión depende de una poderosa familia tailandesa involucrada también en la compañía, y cuya fortuna se estima en más de 26.600 millones de euros, la segunda más rica del país asiático, según Forbes.
La existencia del joven de 30 años fue casi desconocida en su infancia y juventud. Creció con el apellido de su madre. Pero después de terminar su carrera de Administración de Empresas, el joven comenzó a utilizar el apellido de su padre y apareció en puestos de responsabilidad en las ramas de actividad de las empresas de Red Bull. Solo su segundo nombre, Dietrich, recordaba al destacado cofundador del imperio de bebidas, y muchos en su país natal pensaban que crecería sin ser observado. Las fotos de él son escasas y las entrevistas, todavía más. Según algunas informaciones del periódico austriaco Kurier, sus compañeros de clase lo han descrito como “brillante, con muchos intereses y deportista”.
Desde principios de 2022, Mateschitz junior forma parte del consejo de la Fundación Red Bull Wings for Life, donde la directora de la empresa es su madre, Anita Gerhardter. Desde hace casi cuatro años, también es el director general de la empresa de refrescos, aguas y cervezas Thalheimer Heilwasser GmbH; y en 2021 se convirtió en el jefe de la empresa de gestión Mark Mateschitz Beteiligungs GmbH, con sede en Salzburgo y que posee el 34% de Taurea, otra compañía que, a su vez, controla una serie de propiedades del imperio Red Bull.
Por el momento, Mark Mateschitz no ha dicho palabra sobre su futuro en la empresa que creó su padre por una razón que se escapa de sus manos. La decisión de si participará en el futuro de Red Bull no es suya: la tomará la familia tailandesa Yoovidhya, su propietaria mayoritaria, y, sobre todo, el jefe de clan y empresario Chalerm Yoovidhya. Cuando crearon Red Bull en los años ochenta del pasado siglo, Mateschitz se quedó con el 49% del negocio. Otro 49% fue para Chaleo Yoovidhya, inventor de aquel energizante brebaje inicial Krating Daeng que fue el germen de Red Bull. El 2% restante recayó en Chalerm, su primogénito. Tras la muerte del padre en 2012, el heredero pasó a tener el 51% de las acciones, lo que le otorga ahora el poder.
Pero Yoovidhya, que tiene 72 años, tiene un problema: su heredero, Vorayuth, es considerado desde hace 10 años como un fugitivo de la policía internacional, que lo busca por el homicidio de un agente. Era septiembre de 2012 y el joven tenía 27 años cuando, bajo los efectos del alcohol y la cocaína, atropelló con su Ferrari gris al sargento Wichien Klanprasert. El policía iba en una moto y había salido esa madrugada tras ser alertado por un robo. Vorayuth Yoovidhya le atropelló, Klanprasert se estrelló contra la luna del vehículo, fue arrastrado 100 metros por el coche y falleció en el acto. Tenía 45 años. El joven huyó y su padre indemnizó a la familia del policía con 100.000 dólares, pero desde entonces la Interpol lo busca por todas partes, un hecho que no lo convierte en un sucesor lógico del famoso Didi Mateschitz. Pero la última palabra la tendrá el clan tailandés.