Lo llaman carbón rojo porque va manchado de sangre. En Coahuila, donde se extrae el 99% del mineral que se vende a la Comisión Federal de Electricidad mexicana, una nueva tragedia ha sacudido al sector. En esta región sembrada de minas y dedicada exclusivamente a este oficio, del que viven miles de familias y cuyos jóvenes heredan sin más remedio el trabajo de sus padres, al menos 10 mineros han vuelto a quedar atrapados tras el colapso de un pozo a 60 metros de profundidad.
El carbón que se vende al Gobierno mexicano, uno de los estandartes de la política energética del Gobierno que encumbra el autoabastecimiento nacional, sale cada año muy caro para quienes lo extraen. En Sabinas, a 300 kilómetros de la capital del Estado, los familiares de los trabajadores esperan respuestas mientras muchos se preguntan: “¿Cuántos más tienen que morir?”.
Las condiciones mortales en las que operan este tipo de minas provocan tragedias cada año sin que una medida gubernamental lo haya impedido. En junio de 2021, siete trabajadores fallecieron después del derrumbe de otra mina de carbón cerca de Sabinas, en Rancherías. Las organizaciones de derechos humanos habían denunciado repetidas veces las pésimas condiciones laborales de la explotación, incluso ante el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Barlett, pero no recibieron respuesta y el túnel, como auguraban, acabó desplomándose.
Y todavía está muy presente en el recuerdo colectivo de la región la gran tragedia minera de 2006, la de Pasta de Conchos, que se cobró la vida de 65 compañeros por una explosión. El gas se fue acumulando en el interior y finalmente acabó con la vida de los obreros que estaban trabajando en ese momento. Los mineros llevaban años denunciando la inseguridad y las pésimas condiciones laborales.
Una de las activistas más reconocidas por su defensa de los derechos a los mineros, Cristina Auerbach, insiste: “¿Cuántos más para que las autoridades exijan a estas empresas que operen con las mínimas exigencias de protección para los trabajadores, higiene, medios, incluso para que los contraten de forma legal?”. “Lo que ha sucedido con Sabinas es la misma película, que se repite una y otra vez”, agrega.
Auerbach explica cómo son las condiciones de trabajo de los mineros que han quedado sepultados por el lodo a 60 metros bajo tierra. “Se trata de pozos, tiros verticales, este tenía 60 metros y se llenó de agua, que es más bien lodo, unos 30 metros”, apunta la activista. Señala también que es un error llamarlo “derrumbe”, pues de alguna forma puede relacionarse con un accidente. Y ella lo niega rotundamente, lo ha visto en otros sucesos similares: “Lo que sucede es que en las minas de carbón se debe barrenar, hacer hoyos en la pared para ver si hay gas o agua, si no hay nada, avanzas un par de metros, pero siempre tiene que haber una barrera de protección. Si no la hay y se rompe la pared, la presión del agua, que lleva lodo, arrastra todo a su paso”, explica. Y añade: “Es una mina que no tenía salida de emergencia. Es responsabilidad de la Secretaría del Trabajo inspeccionar este tipo de pozos. Dicen que no tenían ninguna denuncia, pero no debe ser necesario, su trabajo es garantizar la seguridad de los mineros”.