“Lo peor está por venir y para muchas personas 2023 se sentirá como una recesión”, advirtió este martes el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Pierre-Olivier Gourinchas.
Reconociendo que se “acumulan nubes de tormenta”, el organismo anunció sus proyecciones económicas globales sin mucho espacio para el optimismo dada la actual coyuntura internacional.
Para este año estima un crecimiento económico mundial de 3,2% y para el siguiente de solo 2,7%.
Aunque algunos países lo están pasando peor que otros, al menos un tercio de las economías del mundo corre el riesgo de caer en una recesión el año que viene, señaló el FMI.
La invasión rusa de Ucrania, que sigue “desestabilizando poderosamente” la economía mundial y ha llevado a Europa a una “crisis energética severa”, así como la espiral de inflación en todo el mundo y la desaceleración de la economía china, son para el FMI los factores que están marcando la evolución económica mundial y seguirán haciéndolo en un futuro próximo.
Mientras Estados Unidos crecería el año que viene un 1%, la zona euro apenas lo haría un 0,5%, dejando en claro que si las economías más avanzadas van a enfrentar un camino pedregoso, también lo harán aquellos países con menores ingresos.
El gigante asiático también está en apuros
Por otro lado China, uno de los mayores motores del comercio internacional, tampoco está pasando por un buen momento.
Su política de “covid cero”, que ha implicado continuos confinamientos y cierre de actividades comerciales, le ha pasado factura a la mayor economía asiática, que además enfrenta una crisis del mercado inmobiliario, una menor demanda mundial por sus productos y un yuan muy debilitado frente al dólar.
¿Qué pasa en América Latina?
En América Latina también se aproxima un duro frenazo económico, según el informe Perspectivas de la Economía Mundial del FMI, reafirmando la tendencia descendente que marcaría el camino de gran parte de las economías.
Este año la región crecería 3,5% y apenas 1,7% en 2023, en medio de una elevadísima inflación, un veloz aumento de las tasas de interés que busca atenuar el incremento de los precios, las monedas debilitadas frente al dólar y flujos de capitales que emigran hacia tierras más seguras en busca de mayor rentabilidad.
Mientras el aumento en el precio de algunas materias primas en los mercados internacionales le ha dado un respiro a varias economías latinoamericanas -actuando como “un colchón” para amortiguar la crisis- también ha encarecido los costos de otros productos importados.
El problema es que si hasta ahora las cosas han estado difíciles, con niveles de inflación no vistos en décadas y con las heridas que dejó la pandemia aún expuestas, el panorama futuro parece ser muy desafiante.
“Se espera que el crecimiento de la región se ralentice a finales de 2022 y en 2023 a medida que el crecimiento de los países socios se debilite, las condiciones financieras se endurezcan y los precios de las materias primas se suavicen”, argumenta el FMI.
Y agrega que el costo de la vida seguirá escalando. Para este año pronostica una inflación promedio de 14,1% y de 11,4% para el próximo.
La amenaza más inmediata
En medio de este panorama, el crecimiento global sigue siendo frágil.
Tan frágil, que si se excluye la crisis económica de 2020 por la pandemia de covid-19, el desempeño del próximo año sería el más débil desde 2009, cuando la “gran crisis financiera” provocó una especie de terremoto económico.
Con la incertidumbre que genera la guerra en Ucrania -aumentando los precios de los alimentos y la energía que ya venían altos tras el brote de coronavirus- y las tasas de interés al alza, la repercusión del frenazo económico no da señales de amainar pronto.
“Los impactos de este año reabrirán las heridas económicas que solo se curaron parcialmente después de la pandemia”, agregó Gourinchas.