Pese a que el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador ha manifestado en diferentes declaraciones en sus “Mañaneras”, que nuestras instituciones de salud, gozan de abasto de medicamentos, así como de un servicio eficiente en atención médica, la realidad demuestra lo contrario y, para muestra el Hospital Genera de Tuxtla Gutiérrez, “Dr. Belisario Domínguez”, perteneciente al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), donde hemos logrado documentar algunas de sus tantas carencias, que arrastra desde su creación, pues a pesar de tener una infraestructura adecuada, con instalaciones nuevas, en lo que se refiere a atención e insumos, tiene una problemática que afecta a los derechohabientes, quienes a pesar de manifestar sus quejas a través de Trabajo Social y la dirección general, pocas o nulas respuestas favorables tienen.
Desde la llegada al hospital, es un viacrucis, pues el “elefante blanco”, fue construido cercano a una zona comercial, que carece de estacionamientos públicos, la mayoría de los que están en la zona cobran por hora o fracción, la avenida donde se encuentra la entrada principal y la de urgencias, está saturada de vehículos estacionados en doble fila, mismos que obstruyen incluso las rampas para para personas con discapacidades diferentes, por lo cual bajar a una persona que lleva silla de ruedas, lleva por lo menos 20 minutos, si es que encuentra donde poder descender.
Un tramo de la banqueta principal, que se encuentra entre los dos accesos al hospital, se encuentra saturada por vendedores de comidas en la vía pública, por lo que el peatón tiene que transitar con el riesgo de ser arrollado por un automóvil que circula en la angosta avenida, delimitada por las boyas metálicas y los baches profundos, además de topes que parecen bardas, ahí mismo en este tramo, los vendedores estacionan sus carritos o triciclos, cosa que hace imposible poder caminar sobre las banquetas o pegadas a ellas.
Ya en la entrada principal hay que toparse con el mal carácter, mala educación y pésimo trato, de los vigilantes que probablemente pertenecen a una empresa particular de seguridad privada, quienes no están preparados para brindar información, atención adecuada y un acceso sin complicaciones, tanto para personas enfermas como para familiares de estos.
En el caso de los pacientes que esperan en urgencias por un buen tiempo, antes de ser atendidos en primer contacto, la demora es en su mayoría desesperante. El desdén de los médicos y pasantes que se amontonan nada más para pasar lista de asistencia es deplorable.
Cuando logran ser atendidos, en el consultorio no tienen los insumos necesarios para una buena atención. Muchas veces, aunque el médico tratante tenga toda la capacidad y sea un profesional, las carencias limitan su eficiencia.
Para los pacientes internados inicia el calvario cuando les dicen que el médico especialista, de acuerdo a su enfermedad, no está, está en piso, no ha llegado, está de vacaciones, es posible que pase mañana y tantos muchos pretextos, mientras el enfermo podría fallecer en medio de todas esas inconsistencias.