El peso mexicano ha demostrado un “valor atípico sorprendentemente resistente”, pues ha mantenido su fortaleza mientras otras monedas han sucumbido durante las últimas semanas ante el dólar, por lo que muchos analistas ya lo llaman el “superpeso”.
Una nota de Bloomberg News explica que su fortaleza se explica por factores bastante típicos, como una política fiscal estricta y aumentos en las tasas de interés que han impulsado el carry trade. Pero otro factor clave son las expectativas de un cambio radical en el comercio mundial en los próximos años que podría generar un aumento en la inversión extranjera directa.
La nota de George Lei y Michael O’Boyle dice que México está atrayendo fábricas de China a medida que los salarios más altos y un aumento en los costos de transporte socavan lo que habían sido sus ventajas competitivas. Una aversión inducida por Covid a las cadenas de suministro remotas también está empujando a las empresas a trasladar sus operaciones de Asia a más cerca de Estados Unidos.
A esas preocupaciones logísticas se suman los cierres estrictos como parte de la política Covid Zero de China y las preocupaciones de que China podría hacer un movimiento contra Taiwán que provocaría sanciones de los países occidentales.
El cambio también se puede ver en el desempeño del peso mexicano frente al yuan chino y este auge se puede ver en todo el norte industrial de México, dice la nota de Bloomberg, donde cada vez más compañías chinas apuestan por instalarse en el norte de nuestro país.
Aún así, algunos escépticos dudan que el cambio a la producción mexicana sea lo suficientemente significativo como para formar la base de ganancias a largo plazo para la moneda.
El valor en dólares de las exportaciones de México a Estados Unidos todavía está por debajo del de China por un amplio margen, incluso cuando la brecha se vuelve cada vez más estrecha. Y hubo momentos en el pasado en que los analistas pensaron que México estaba listo para una ruptura que no llegó a buen término.
En particular, las predicciones surgieron en 2007 y 2008 cuando el aumento de los precios del petróleo aumentó los costos de transporte, y luego nuevamente cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sacudió las relaciones comerciales con China durante su mandato.