Ni el rosario de causas pendientes con la justicia parecen haber frenado el ímpetu por recuperar lo que clama que le robaron en las urnas en noviembre de 2020. Donald Trump regresó el sábado a la senda de los mítines políticos con la esperanza de lograr la reelección presidencial y tras dos meses de relativo silencio, con la interrogante de hasta qué punto el desgaste de las investigaciones pendientes por los papeles oficiales retenidos en su mansión de Florida, y su papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 harán mella en sus opciones de victoria.
El republicano, que lanzó su campaña hace dos meses, reapareció en dos plazas pequeñas, la primera en un instituto de Salem, New Hampshire, y la segunda en el parlamento estatal de Columbia, en Carolina del Sur, ante menos público del que solía congregar en anteriores campañas pero con un estilo calcado al que ha marcado su carrera política. Trump ha hecho de la mentira y la descalificación sus señas de identidad y, de momento, no parece dispuesto a variar la estrategia.
Sus discursos del sábado recordaron a los primeros que dio en 2016, cuando logró imponerse en las primarias de su partido y eventualmente derrotar a Hillary Clinton en su camino hacia la Casa Blanca. El millonario recuperó sus viejas promesas, como la de reforzar la frontera y continuar con un muro que dejó incompleto y que no ha servido para frenar los cruces ilegales hacia Estados Unidos. De hecho, han aumentado en los últimos años.
El aspirante a la Casa Blanca dijo, como aquel entonces, que los inmigrantes que llegan en busca de asilo y un futuro mejor son “violadores” y “asesinos”, cargando contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano, y alardeando de haber impuesto su ley con el programa de Quédate en México que obligaba a los inmigrantes a permanecer del otro lado de la frontera mientras tramitaban su petición de asilo.
Eso sí, afirmó esta vez estar “más enfadado que nunca y más comprometido ahora que antes”, en un aparente mensaje directo hacia el que se antoja como su principal rival a batir entre los republicanos, el gobernador de Florida Ron De Santis, y también su forma de acallar las voces que han estado especulando con el desgaste que arrastra el ex presidente y la mella que han hecho las investigaciones que tiene pendientes.
Por un lado están las recomendaciones del comité del Congreso que investigó el asalto al Capitolio en el que murió un agente de policía y varios seguidores de Trump. Sugieren al Departamento de Justicia que presenten cuatro cargos que inhabilitarían al magnate para cualquier cargo público, incluyendo el de insurección y conspiración para cometer fraude a Estados Unidos. Y por otro, la investigación por los papeles clasificados que Trump retuvo de forma indebida en su mansión de Florida y que se negó a devolver, en manos de un fiscal especial tras la designación de Merrick Garland, el fiscal general de EEUU.
Un artículo de la revista New York publicado en diciembre hablaba de la factura que la habían pasado los años de presidencia a Trump y de que “se había perdido la magia”, citando a fuentes cercanos de asesores y ex asesores. El ex mandatario no dudó en insultar a la periodista que escribió el artículo a través de su red social, Truth Social. Dijo que era “poco atractiva” y “más tonta que una piedra”, además de asegurar que la revista está dando sus último coletazos.
Chris Sununu, gobernador de New Hampshire y uno de los nombres que se especulan que podrían estar en esa lista de las primarias, se refirió a la falta de entusiasmo del ex presidente. “Ya no tiene la energía de antes”, indicó en una entrevista con CNN, convencido de que no logrará repetir el logro de 2016, cuando se impuso en las primarias de New Hampshire. “Tiene posibilidades, pero dudo que lo consiga”, afirmó. “Se lo va a tener que ganar. No basta con haber sido el presidente”.
Sin embargo, parece evidente que Trump comienza la campaña desde una de las posiciones más comprometidas y débiles de su trayectoria política, con algunos de sus antiguos contribuyentes dándole la espalda y la cúpula del partido animando a otros candidatos a presentarse, ansiosos por renovar la formación.
“No hay duda de que el ex presidente Trump ha perdido a algunas personas independientes y gente de su base”, afirmó Jim Renacci, ex congresista por Ohio y uno de los fieles al neoyorquino. “Tiene que trabajar para recuperarlos”.
En eso está, insistiendo en la fórmula que dan buen resultado le dio hace seis años. En los mítines del sábado no faltaron las descalificaciones que tanto entusiasman a sus seguidores. De DeSantis dijo que es “muy desleal” y le acusó de haber cerrado su Estado durante la pandemia, al contrario que otros gobernadores republicanos que se habían opuesto a las medidas para evitar el contagio durante los peores meses de la pandemia.
Tampoco se olvidó del actual presidente Joe Biden, del que resaltó la humillante derrota sufrida en las primarias del Partido Demócrata en New Hampshire en 2020, cuando quedó en quinto lugar. “Perdió de forma severa y fue un tiempo duro para él”, señaló. Las encuestas hablan de que Trump no lo tendrá fácil tampoco para imponer su candidatura, con Ron De Santis como el favorito de los votantes republicanos. El gobernador de Florida lleva 12 puntos de ventaja, de acuerdo a la Universidad de New Hampshire. Trump está obligado a apretar el acelerador, a imprimirle más entusiasmo a su causa.