Si usted ha estado lejos del ruido mediático, y quiere ponerse al día, ha de saber que no hubo un asunto más importante que tratar en México que la ola de feminicidios que estremeció al país. Ni la política ni la economía, ni la salud o la enfermedad, la guerra o la paz podían hacer mella en el interés ciudadano ante el estrago que estaban ocasionando los feminicidios repetidos.
La muchacha que asistió a una fiesta y salió muerta del departamento, lánguido el cuerpo a hombros del presunto asesino. El tal Rautel Astudillo y su novia siguen en la cárcel los avances de su proceso.
La profesora de inglés que fue a su trabajo y no volvió. Ahora está detenido el novio, Jesús Alexis Álvarez Ortiz, y la madre de este. Ecatepec, donde ocurrió todo, tiene una de las tasas de violencia contra las mujeres más altas del país y el Estado de México, donde se ubica esta localidad, cuenta más de 100 feminicidios este año.
A Ariadna López la tiraron a kilómetros de donde murió, en el municipio de Tepoztlán (Morelos). Del cuerpo de la maestra Mónica Citlalli Díaz también se deshicieron tirándola entre arbustos, envuelta en bolsas de basura. En bolsas de meter basura. Hay imágenes que hablan por sí solas del odio salvaje que genera el machismo.
Lidia Gabriela Gómez no quería que el último recuerdo de su paso por la vida fuera una foto policial de un cadáver entre matojos. Eso nunca, se dijo siempre. El terror a que eso ocurriera la hizo saltar en marcha de un taxi que sobrepasó a toda velocidad el destino que le había solicitado. Y así fue como la cara sonriente de la veinteañera se despidió de todos en los medios de comunicación. El taxista, Fernando N, está detenido.
No hay nada más importante que atender en México que las decenas de vidas que se pierden a diario: policías y sicarios, ciudadanos asaltados en la calle, balas perdidas que matan a abuelos y nietos. Y mujeres, 10 al día de promedio, dicen las estadísticas. Según algunas fuentes no son 10, sino 11. Vean el horror de un solo dígito: si fueran 11 habría que sumar 365 mujeres más asesinadas cada año. Trescientos sesenta y cinco. Tres mil seiscientas cincuenta. Hay que contarlo todo el tiempo. No hay que dejar de escribir sobre este cementerio donde las bolsas no son de basura, sino de mujeres asesinadas.