Si hay una característica que define al narcotraficante mexicano Joaquín El Chapo Guzmán, cofundador del Cártel de Sinaloa, es la de tener más de una pareja al mismo tiempo.
Cuando la criminóloga Mónica Ramírez entrevistó en la cárcel al narcotraficante nacido en Badiraguato, Sinaloa, una de las cosas que le preguntó fue si tenía alguna adicción. Mi única adicción son las mujeres”, contestó el fundador de la organización de narcotráfico más grande y poderosa del hemisferio occidental.
En los cuatro meses que duró el juicio del siglo contra el Chapo, los testigos cooperantes que desfilaron por la Corte Federal del Distrito de Brooklyn contaron todo tipo de detalles y anécdotas que dieron cuenta del funcionamiento interno del Cártel de Sinaloa.
Sin embargo, entre toda la información vertida en el juicio tampoco pudieron faltar las excentricidades y los caprichos que se consintió Guzmán Loera, cual “nuevo rico”, cuando empezó amasar una considerable cantidad de billetes verdes producto de la venta de estupefacientes en los Estados Unidos y en otros países de Europa.
Uno de los testimonios más surrealistas fue el del segundo testigo de la fiscalía, Miguel Ángel Martínez Martínez, alias “el Gordo” o “el Tololoche”, quien fue el piloto y mano derecha del narcotraficante durante 12 años (de 1986 a 1998).
De acuerdo con el relato de “El Gordo”, el boom de la cocaína durante los años noventa fue tan benéfico para el Cártel de Sinaloa que su ex líder, quien había empezado su carrera como un humilde cuidador de campos de marihuana, empezó a hacerse con una flotilla de aviones privados, mansiones en diferentes playas de México y hasta de un zoológico privado en un rancho de Guadalajara.
“Todo esto fue gracias al boom cocainero de comienzos de los años noventa”, relató Martínez el martes 27 de noviembre de 2018, durante la séptima jornada del juicio contra el capo mexicano que se celebró en Brooklyn (Nueva York).
Según el relato del Tololoche, durante esos años de prosperidad, un día cualquiera Guzmán se iba lo mismo a Macao, si se le antojaba apostar, o volaba a Suiza para someterse a un tratamiento de rejuvenecimiento.