Las mujeres que se dedican a estas tres actividades económicas tienen en común la constante violación a sus derechos humanos. Pero dos de esas ocupaciones causan opiniones contrapuestas. Una, porque es verdad que de manera persistente ejerce abuso; la otra, porque hay quienes insisten en que no es un trabajo. De hecho, ambas parecen estar siempre confrontadas.
Hace unos días, la embajada británica en México reunió a representantes de empleadas del hogar, trabajadoras sexuales y a una especialista en cuerpos policiacos para participar en el foro El género y su impacto en trabajos históricamente precarizados.
Es cierto que en 2019 el Congreso reconoció una buena parte de los derechos de las trabajadoras del hogar en la Ley Federal del Trabajo (LFT), pero falta que dicho ordenamiento se implemente de manera adecuada, señaló Marcelina Bautista, directora y fundadora del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH).
“Las trabajadoras del hogar seguimos pasando muchas formas de violencia, desde acoso y abuso sexual hasta violencia laboral como pagos injustos, agresiones verbales o incluso físicas”, señaló en el encuentro, organizado en conjunto con la organización Círculo Feminista de Análisis Jurídico.
Mujeres policías, en la soledad Las y los policías “tienen que pensar cómo van a regresar con vida a casa”. Si bien hay un riesgo en todos los trabajos, las personas que se dedican a actividades de seguridad se confrontan de manera directa con la muerte, dijo Marina González, especialista en seguridad y cultura policial.
En muchas corporaciones, generalmente en el ámbito local, las personas tienen que comprar sus uniformes y pagar la gasolina de los vehículos que utilizan para hacer su trabajo, agregó. Son comunes las jornadas de 24 por 24 horas, por lo que van acumulando agotamiento.
Según a qué cuerpo de seguridad pertenezcan, deben trasladarse a diferentes lugares de la República y donde llegan, no cuentan con instalaciones suficientes para dormir, comer e ir al baño, relató Marina González, socia de Gentopia, una consultoría especializada en temas de género, diversidad, violencias, derechos humanos y factores de riesgo psicosocial.
El trabajo más clandestino de todos “O eres víctima o eres criminal, pero nunca trabajadora”. En México hay un vacío legal y una mala conceptualización de la trata sexual que “nos deja en la indefensión”, señalaron María Midori y Don Anahí, de la Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales (Amets).
Hace poco, Don Anahí, maestra en cine por la Universidad Iberoamericana y guionista por la Escuela de Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), tramitó más de 30 solicitudes de información a 30 a entidades estatales y paraestatales “para saber si distinguen entre trata y trabajo sexual”. La mayoría respondió “que su administración reconoce la diferencia, pero entonces su personal necesita capacitación para que no nos consideren tratadas”.
En México, “el trabajo sexual no es ilegal. El problema es que está penalizado y en cada legislación es diferente. Eso repercute en nuestros ingresos, nuestra seguridad, en que estemos en riesgo de ser encarceladas y, por lo tanto, en nuestra salud emocional y psicológica”, pues se abona a que siga siendo una actividad clandestina.