La muerte llegó a la familia Rosales por un mensaje de Facebook. “Tu hermano estuvo laborando conmigo y me acaban de avisar que falleció”, se leía en la pantalla del celular. “¿Eres familiar de Eduardo? Nos urge comunicarnos contigo”. El teléfono no dejaba de sonar. “Muévanse para acá, porque quieren esconder toda la situación”.
La mañana del 12 de marzo de 2022 partió a la familia originaria de Jardines de Morelos, Estado de México. Angélica fue notificada que su hermano Eduardo Rosales Fabián, trabajador en la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), había fallecido. Le cayó encima una ballena que cimentaba una de las obras de circulación hacia la base aérea.
El accidente que terminó con la vida del joven de 24 años ocurrió 10 días antes de la inauguración de la obra más emblemática del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su creación costó la vida de trabajadores y a otros los dejó con lesiones permanentes.
Pese a ser uno de los frutos de consolidación de la “Cuarta Transformación”, el cambio de vida sólo se hizo evidente para las familias de las víctimas, que no han recibido indemnización ni apoyo del gobierno.
Cuando Lalo murió no fueron las autoridades encargadas de la obra, tampoco la empresa que lo contrató quienes avisaron a su familia sobre el deceso. Lo hicieron sus propios compañeros de obra, aunque con temor a tener represalias.
“Me mandaban imágenes del accidente, videos. Luego los borraban. En los mensajes las personas me decían: toma foto, toma video, porque quieren ocultar la información, no quieren que nadie se entere”, cuenta en entrevista Angélica Fabian, hermana de Eduardo.
La familia duda si, de no haber sido avisados por los compañeros de Eduardo, habrían sabido de su muerte o él estaría en calidad de desaparecido al no regresar a casa. Al enterarse, ese día acudieron hasta la obra y exigieron respuestas sobre la muerte de su ser querido.
“Si no hubiéramos hecho eso, hubieran ocultado el caso. Nosotros lo fuimos a buscar”, cuenta Martha madre del trabajador. Recuerda con dolor que la entrega del cuerpo de su hijo tardó más de 12 horas, porque a pesar de la tragedia, los obreros seguían trabajando justo encima de donde ocurrió el fatal accidente.
“La construcción siguió, no se detuvo. Se detuvieron nuestras vidas, tenemos dolor nosotros. Como sea la empresa siguió su camino”, con tristeza afirma que no dejará de exigir justicia por su hijo y la familia que dejó desamparada.