El adagio mexicano reza: “No hay silla más caliente que la del entrenador de la selección mexicana”. El cargo de seleccionador del Tri es un viaje tormentoso que tiene fecha de caducidad, máximo cuatro años, si bien les va. La presión es alta para un país que intenta colarse entre los mejores del mundo en su deporte favorito, pero que en los últimos siete Mundiales se ha estancado en la ronda de los octavos de final. Generaciones y generaciones de futbolistas promisorios han corrido con la misma suerte. En la Copa del Mundo de Qatar, las expectativas han caído al punto de hablar de que superar la fase de grupos será visto como un logro.
La Federación Mexicana, con Yon de Luisa en su primera experiencia como presidente, nombró a Tata Martino como seleccionador en 2019. Al argentino le precedían sus experiencias con Paraguay y Argentina, además de una temporada en el Barcelona. Las cosas parecían salir bien, con 11 partidos ganados de forma consecutiva y una Copa Oro ganada. Después vino una goleada 4-0 frente a la Albiceleste en un amistoso. Cinco victorias más se sumaron al bolsillo de un cómodo Martino y la pandemia paralizó todo. Diez meses después, el Tri pudo volver a la cancha tras la cancelación de un puñado de partidos en 2020. El poco contacto con los futbolistas y la suspensión de actividades provocó que se oxidara el trabajo que había construido el seleccionador.
“Los números de Martino son unos antes y después de la pandemia. La selección empezó a jugar mal, afectó muchísimo. Y la emergencia sanitaria también afectó a los aficionados mexicanos que querían salir, ir a los estadios. Ellos querían ir a ver un espectáculo, pero, al no verlo, empezaban a criticar al entrenador, a gritar el grito homófobo, el cual la gente usa como castigo”, considera Carlos Calderón, historiador del fútbol mexicano.
La estadística de 2020-2021 muestra el declive del equipo: de empezar con victorias frente a Países Bajos (1-0), Corea del Sur (3-2) y Japón (2-0) a perder frente a Estados Unidos en la final de la Nations League tras jugar un torneo muy irregular. Ahí empezaban las agruras entre la afición y el equipo. El Tri jugó la Copa Oro y la volvió a perder contra EE UU. Otro gancho al hígado.
Las eliminatorias rumbo al Mundial demostraron que el equipo tenía dificultades para ganar aunque, al final de todo, lo ganaban. Las derrotas contra EE UU y Canadá sentenciaron la actitud de los aficionados mexicanos: no más Tata Martino. Incluso, según la prensa mexicana, Martino amagó con dimitir, pero no se lo permitieron. “México tiene una afición resultadista, que no analiza los partidos. Lo que vive el país es una situación cíclica, no importa quién sea el entrenador, cuando no se dan los resultados parece que el enemigo público es el seleccionador”, considera Fernando Schwartz, periodista mexicano que ha seguido al Tri desde más de tres décadas.
Si en el estadio Azteca abucheaban a Martino, en Estados Unidos los federativos pensaban encontrar un oasis en las tribunas. No fue así. Ahí también había hostilidades cuando el Tri perdía incluso en amistosos. Pese a todo, el equipo mexicano ganó su boleto al Mundial. En los últimos partidos de preparación para el Mundial, el argentino se ha marchado cabizbajo. “Me parece que con todo lo que se ha trabajado, no nada más de parte del Tata sino de todo su cuerpo técnico, los resultados han sido verdaderamente positivos para la Federación”, defendía hace apenas un mes Yon de Luisa en entrevista con EL PAÍS. “Estamos convencidos de que fue la mejor elección”, agregó el directivo.
“En México, hay una ilusión de que las cosas van a cambiar por magia cada cuatro años. No se cree en los procesos largos”, reprocha Schwartz. Fue en el Mundial de 1986 cuando el Tri jugó un partido de cuartos de final, el cliché del quinto partido, donde los mexicanos ponen sus aspiraciones. Han sido siete Mundiales sin superar la ronda de los octavos de final. Otro dato que contribuye a la tendencia es que el país no ha tenido un entrenador que supere los cuatro años en el cargo. Pensar en un Vicente del Bosque o en un Joachim Löw es una quimera. “Nuestro fútbol está marcado por los parámetros neoliberales: tan mercantilizado, que pide resultados inmediatos y donde no hay proyectos”, analiza el sociólogo Sergio Varela.
El reto mexicano empezará con Polonia, luego con Argentina y con Arabia Saudí, el rival más accesible. “Me siento feliz, ilusionado, con ganas de ir a enfrentar este desafío, las mismas que tengo desde el primer día. No tengo hoy ningún sentimiento negativo”, dijo Martino en septiembre. Las sensaciones negativas de la prensa y de los aficionados pasan por la ausencia de Javier Chicharito Hernández, máximo goleador de México y que, desde 2020, decidió jugar en el fútbol de EE UU. El seleccionador rechazó convocarle debido a indisciplinas fuera del campo y a su fricción con el grupo. Tampoco pudo atraer a Carlos Vela. “México hará un gran Mundial porque el deporte es de curvas ascendentes y descendentes. Esto se juega partido a partido”, considera Schwartz.
Para Carlos Calderón hay un paralelismo entre el Tri de 2022 y el de 1998 porque ambas selecciones llegaron con dudas y con una serie de derrotas previas. “A esa selección se le llamaba Tri-tanic, en referencia a la película”, menciona. En ese Mundial de Francia, los mexicanos se clasificaron a octavos tras vencer a Corea del Sur, empatar con Bélgica y, de forma agónica, ante Países Bajos. “Este año confío en que los futbolistas jueguen inclusive por encima de las indicaciones de Martino”, agrega.