Quizá haya escuchado alguna vez que nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados. El eje intestino-cerebro describe un concepto fisiológico que integra todas las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunológicas entre un sistema y otro.
Ya sabemos la importancia del microbioma para que el aparato digestivo funcione correctamente; sin embargo, es ahora cuando comenzamos a descubrir las relaciones entre el sistema nervioso central y el gastrointestinal.
Ciertas enfermedades neurológicas y del comportamiento se han asociado a un aumento de la permeabilidad intestinal y al paso de compuestos inflamatorios (llamados citoquinas) y neuromoduladores al torrente sanguíneo, y de ahí a nuestro cerebro.
De hecho, algunas bacterias son capaces de producir dopamina, serotonina o norepinefrina, claves en procesos fisiológicos, de memoria, aprendizaje y comportamiento.
Así pues, la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos nerviosos centrales, como el autismo, la depresión o los comportamientos de ansiedad.
¿Qué son y cómo actúan?
Los psicobióticos son organismos vivos que cuando se ingiere en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud de los pacientes que padecen enfermedades psiquiátricas.
Por lo tanto, los psicobióticos se diferencian de los probióticos en que, debido a sus propiedades, los primeros influirían directamente en esa comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino
¿Y hasta qué punto son eficaces?
La efectividad epende de cuál escojamos y del problema a tratar. Sería un error pensar que si me tomo cualquier psicobiótico me va a ayudar a disminuir el estrés, dormir mejor o mejorar el estado de ánimo.
Cada psicobiótico (al igual que un probiótico) tiene nombre y apellidos que le otorgan unas características concretas, un código de números y letras (a la que llamamos cepa) que lo diferencia de otros organismos pertenecientes a la misma especie.
Las cepas psicobióticas más relacionadas con la salud mental son las pertenecientes al género Lactobacillus, Bifidobacterium, Lactococcus y Streptococcus. Su uso ha demostrado, en general, resultados satisfactorios en ansiedad, calidad del sueño, estrés y depresión.
Sin embargo, recientes revisiones y metanálisis han mostrado que sus efectos son más notables cuanto mayor nivel de ansiedad o depresión haya inicialmente. De hecho, diversos estudios muestran que ciertas cepas no producen efectos cuando se administran a una población sana.
También es importante destacar que es erróneo relacionar una mayor eficacia con tomar una mayor cantidad o una amplia combinación de cepas. Esto no solamente pasa en patologías como la ansiedad o la depresión, sino que también se ha visto en otras tan distintas como la dermatitis atópica, el síndrome del intestino irritable o la enterocolitis necrotizante.