Miguel Ángel Osorio Chong salió a pedir ayuda a la Oposición para derrocar a su correligionario Alejandro “Alito” Moreno como líder nacional del PRI. Hizo un llamado al panista Marko Cortés y al perredista Jesús Zambrano para que condicionaran la integración de la alianza opositora a la salida del campechano de la dirigencia tricolor.
Ingenuo, el político hidalguense, quien como respuesta recibió sendos portazos en la cara cuando los dirigentes opositores le recordaron que cada partido es libre de elegir, sin intromisiones, a su dirigente. Y es que, si alguien carece de derecho alguno para reclamar su espacio y un liderazgo en las altas esferas del PRI, ese es Osorio Chong.
Si a alguien le falta calidad moral para salir con su dedo flamígero a cuestionar a Alejandro “Alito” Moreno –aunque existieran razones- ese es el ex Secretario de Gobernación en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Lo decimos porque si a alguien se le puede endosar la construcción del tobogán con el que se deslizó el colapso del PRI en 2016 y en 2017, ese es Miguel Ángel Osorio Chong.
Cuestión de recordar aquellos días del peñismo, cuando desde su despacho de Bucareli, el político hidalguense orquestó la gran debacle en la que el tricolor perdió cinco de las nueve gubernaturas en disputa.
En un abrir y cerrar de ojos, le arrebataron al PRI, Nuevo León, Querétaro, Michoacán, Colima y al PAN, Baja California Sur. Recuperaron Sonora y Guerrero y conservaron Campeche -con Alito- y San Luis Potosí. Meses después, el PAN también los aventajaría en Tamaulipas.
Eran los días en que Manlio Fabio Beltrones era presidente del PRI y aspirante puntero para ser candidato presidencial para el 2018. Osorio Chong lo quería descarrilar, porque él ya se sentía el dueño de esa candidatura que le había prometido su amigo Peña Nieto.
Por eso tejió toda una estrategia para pactar con los opositores más fuertes al PRI -fueran panistas, perredistas o independientes- y apoyarlos económica y políticamente a que derrotaran al tricolor.
Las condiciones eran que, cuando Osorio Chong fuera destapado como candidato presidencial del PRI, lo apoyarían y que el manejo territorial de la seguridad en esas entidades se reservaba para ser negociado desde Bucareli.
Al que lo dude que le pregunte a Jaime “El Bronco” Rodríguez y a Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Nuevo León y Tamaulipas fueron dos estados puntales para el fallido experimento político de Osorio Chong.
Y ordeñando recursos públicos de los presupuestos discrecionales de Seguridad, a través de su incondicional Oficial Mayor, Frida Martínez, además del desvío de dineros desde la Estafa Maestra a su estado de Hidalgo, acumuló los fondos suficientes para financiarse lo que sentía seguro: su candidatura presidencial.
Pero desde los Estados Unidos se enviaron los delicados expedientes para impedir que Peña Nieto le cumpliera su palabra a Osorio Chong. Sus huellas en el crecimiento del Cartel Jalisco Nueva Generación eran tan indelebles como las que dejó Genaro García Luna en su pacto con el Cartel de Sinaloa.