En México, el presidente López convierte en política bajuna cualquier tema al reducirlo a la simplonería de la culpa del pasado, sus otros datos o los complots de los medios en su contra. No importa que sean temas de salud, financieros o de política internacional, siempre renuncia a analizarlos, ponderar sus estrategias (es un decir) o consultar a verdaderos expertos. Esto ha traído consecuencias mortales en materia de seguridad y salud.
Ahora que vivimos la cuarta ola del COVID con más de 25 mil contagios nuevos, el mandatario y su secretario de salud López Gatell (el otro es adorno, tristemente) se consuelan con el hecho de que sí, hay más contagios, pero como se trata de una variante menos letal, no hay muertes. En la mañanera del 6 de enero, AMLO llegó a decir que no hay muertes.
Tal vez sea hora de aclarar los contextos. Ayer jueves, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dijo: “Aunque ómicron parece ser menos grave en comparación con delta, especialmente para las personas vacunadas, no significa que deba clasificarse como leve”. Agregó que está causando muertes y “desbordando” los servicios hospitalarios. Es decir, menos grave no significa inofensiva, como parecen creer nuestras autoridades.
¿Cómo están reaccionando en otras latitudes? En Europa, el fin de año estuvo marcado por al aumento en las restricciones. Algunos países, como Suiza y Francia, pusieron sobre la mesa la obligatoriedad de las vacunas. En Italia (90% de vacunados) se cancelaron todas las celebraciones públicas de Nochevieja y los cubrebocas se volvieron obligatorios en el exterior. Adicionalmente, se anunciaron una serie de medidas preventivas en el transporte de larga distancia, el transporte público local, los cines, los teatros, los museos y los eventos deportivos. Otros países impusieron medidas menos severas, como cierres parciales y el uso del cubrebocas en el exterior, pero no se metieron con la obligatoriedad de la vacunación. Estados Unidos consideró, en principio, no cerrar actividades.
Sin embargo, esta semana que está por terminar se registraron cifras récord de contagios: en Estados Unidos más de un millón en un solo día; Francia y Reino Unido llegaron a unos 300.000 y más de 200.000, respectivamente. Australia, que se había venido defendiendo con eficacia de los contagios, contabilizó 50 mil. En estos casos se trata de países con gran parte de su población vacunada. Los contagios han alcanzado cifras récord a nivel mundial en las últimas semanas.
De nuevo, la OMS señala que la enorme circulación de ómicron abre el riesgo de que mute a variedades más agresivas, además de que está presionando los servicios hospitalarios a nivel global. El debate sobre la obligatoriedad de las vacunas, las restricciones internacionales a los viajeros, la portación de papeles especiales para circular en los transportes públicos o entrar a lugares como restaurantes o museos se retoma con fuerza. Por supuesto, las protestas contra estas medidas se recrudecen. El debate no es fácil y está afectando a gobernantes como Macron, entre otros.
En México no hay debate. El gobierno parece decidido a no cerrar ninguna actividad social o económica. Tampoco impondrá la obligatoriedad de la vacunación o el uso del cubrebocas. Vamos, ni siquiera hay preocupación por un aumento en las hospitalizaciones o las afectaciones a los menores de edad. Recordemos que sólo se ha abierto la vacunación de los 15 años para arriba. El gobierno sigue utilizando políticamente las vacunas y se niega a realizar un número mayor de pruebas. Claudia Sheinbaum se ufana de que en los centros gratuitos de pruebas se hagan 50 exámenes diarios por cada sede, algo claramente insuficiente, pero ayuda a que las estadísticas no sean peores.
Salvo en redes sociales, algunas columnas de opinión y pocos medios no hay ninguna presión de importancia para que el gobierno de López cambie su política. Tal vez solo de parte del exterior hay una presión real para ello. Creo que la mayoría de la población, incluidos los empresarios y comerciantes, no quieren la obligatoriedad de nada ni el cierre de establecimientos grandes o pequeños. Fueron muy duros los meses de cierre y hay la creencia de que el gobierno está manejando bien la pandemia del COVID-19, esto de acuerdo con todas las encuestas revisadas. El lema de buena parte de la población parece ser: hay que cerrar los ojos y arriesgarse.
El Covid cambia vidas. Esto es algo que no parece ponderarse adecuadamente. Las familias que han perdido a uno o varios de sus integrantes han sido afectadas gravemente. Los sobrevivientes de la pandemia en un buen número sufren secuelas que podrían acompañarlos de por vida. Y no, el gobierno no ha hecho un buen trabajo, pero a la mayoría de les mexicanes parece no importarles lo suficiente para reclamarle a López Obrador que modifique su política.
Con información El Economista