Si existiera un boletín para buscar a Carmela Hérnandez Gómez, diría que la mujer indígena fue vista por última vez en mayo de 2019 cuando fue abandonada en el desierto de McAllen, y que vestía ropa más ligera que la falda de lana de borrego sagrado que solía usar en su tierra natal, San Juan Chamula, Chiapas.
Igualmente, diría que tenía 53 años de edad cuando desapareció y es robusta, de cara ovalada, piel morena clara, cabello largo trenzado y un poco canoso, que solo habla tsotsil y no sabe leer ni escribir.
Sin embargo, su nombre no aparece en los boletines de búsqueda del programa de difusión de su estado, ni tampoco en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Es más, en esta plataforma no hay reportes de migrantes indígenas desaparecidos.
La base de datos construida para esta investigación, con el cruce de información de los boletines del programa ¿Has visto A? y el catálogo de municipios del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), revela que hay 25 tsotsiles, tsetsales, choles, zoques y tojolabales que desaparecieron mientras estaban migrando.
En Chiapas, un estado ubicado al sur de México, estas historias se han acumulado desde hace más de dos décadas, entre 2000 y 2022.Algunos desaparecieron rumbo a Estados Unidos; otros, cuando trabajaban al interior del país, principalmente en entidades del norte.
De acuerdo con el registro de esta investigación, Juan Guzmán Domínguez es un tsotsil de 35 años, nariz chata, complexión delgada, 1.65 metros y 65 kilogramos.
En San Juan Cancuc, Chiapas, su tierra natal, se dedicaba a sembrar maíz, frijol y café; para darle mejor vida a sus cuatro hijos, se fue a Sonora a trabajar en la pizca de uva en los campos Santa María.
Aún no cumplía ni un mes de haber llegado cuando desapareció, en diciembre de 2015.